Inconmensurable. Como las ganas de verte, como las ganas de devorarte la primera vez que te vi, como el hambre voraz por conocer de ti cada página y quedarme leyéndote hasta tarde.
Ilimitado. Como tu cuerpo en la oscuridad, como tus besos a deshora y tus miradas a menos de un centímetro de mi sonrisa.
Incalculable. Como las veces que te miro y sonrío, como la electricidad que invade mi cuerpo cuando te toco.
Infinito. Como reunir todo el universo en una espalda -la tuya-, como la libertad de elegirte mil veces más cada día.
Inmenso. Como mirar desde tu ombligo las mejores vistas del infierno, como las dudas que me crean las llamas de tus ojos.
Inagotable. Como las fantasías que me surgen a ras de tu cuello, como la lluvia que me creas cuando te aproximas.
Inefable. Como tu don de crear mundos de la nada, como tu perversa manera de desearme.
Dime qué se siente.
Qué se siente al ser quien eres y saber que allí, donde termina tu mirada, empieza el frío.
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