Podría hablarte de ciencia, de especialistas, de universidades o de estudios hechos en países que -ojalá- visite contigo. Podría hablarte de necesidad fisiológica, de impulsos, de reacciones químicas, de hormonas o de mil mitos y leyendas. Pero prefiero hablar de poesía. De la poesía de tus ojos. De ti y de mí. De cómo puedo sintetizar tu nombre en un "me encantas" y que la vida se te pare durante 14 segundos. De cómo sé hacer que tu piel solo quiera mis venas y que tu sangre se oxigene con cada risa que suena a mí. No sé si te lo han dicho alguna vez, eso de que la lógica escapa de las manos cada vez que pasas, y todo eso de que rompes los esquemas de cualquiera sin instrucciones para volver a unirlos, a lo loco, sin gracias, sin de nadas, sin el perdón que precede a alguien que arrasa con todo cada vez que entra en una vida. No te culpo. Ya estaba demasiado rota cuando llegaste. Y, sin embargo, ahora mis ciclos cardíacos pertenecen a tu voz y cada sístole