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Mostrando entradas de noviembre, 2014

Peut-être qu'il

"Él no calla. Él silencia. Él no habla. Él entona. Él no escucha. Él te espera al final de cada frase. Por ejemplo aquí. Los verbos dejan de predicar cuando él los usa. Y una vez usados, ya no vuelven a ser acción, sino homenaje. Es estado de ánimo. Intentar describirlo no es narración, sino terapia.  Él jamás cambió de opinión. Fue el universo el que estaba a por uvas. Él no mira. Él toca con esos ojos. Y si decide tocarte, ya puedes intentar mantenerte atea. Que si él está, las cosas son. Y si no está, solo hacen de punto. Y seguido. Entre. Tantos. Espacios. Él no te sonríe. Él te dedica su boca. Él no te abraza. Él te arroja a sus brazos. Y tampoco te besa. En todo caso te arropa en sus labios. A él no le expliques lo que es volver, porque él siempre va. No le hace falta que lo entiendas. Ni que lo comprendas. Ni tan siquiera que lo compartas. Él no espera nada de ti. No desesperes nada de él.  Porque él jamás se apunta. En todo caso,

Cinco centímetros por segundo

"Quiero una chica hecha de lluvia. Una chica que me moje, que me haga ver el arcoiris en los días sin nubes. Para bailar bajo ella. Para empaparme, que sea capaz de calarme hasta los huesos, que me deje tiritando y pensando qué ha pasado. Que sea sorprendentemente incontrolable. Que refresque en las noches calurosas, Que sea un torrente de emociones. Que cree vida a mi alrededor. Pero también, cuidado. La lluvia es delicada. Dicen que jugar con fuego es arriesgado, pero eso solo es para los que nunca han jugado con agua. Jugar con agua es impredecible. Lo que parecía una pequeña tormenta de verano puede convertirse en un monzón que arrasa todo. Es imposible poner barreras ante ellas, porque si quieren, pueden hacer crecer la primavera entera en un colchón, pero también pueden asolar, arramblar, no dejar piedra sobre piedra, ahogarte en un mar de dudas. Eso sí. Quizás sean las únicas chicas capaces de quitarte la sed en medio del desierto. Quizás después de una de ellas no te