Reflexiones de un martes 13

He oído que serás para siempre. O quizás lo he soñado, pero sé que eres real. Tan real como el frío que se siente cuando un hielo roza tu piel caliente. Como una quemadura de un cigarro a medio consumir. Dejas marca. Y dueles, pero eres soportable. Eres tan real como la piel que cubre tu cuerpo. Tan real como los celos que siento de ella porque siempre está contigo, rodeándote en cada recoveco de tu cuerpo. Cuánto me gustaría cubrirte de esa manera. Nieve en pleno agosto. Una rosa en invierno. Atracción fatal. Caos. Tú. Y es que eres exactamente eso: un caos que entró en mí y revolucionó todo mi ser. Entraste por las heridas que otros dejaron a su paso, sigiloso, sin apenas notarse. Pero sé que si te vas, lo harás de forma escandolosa, llevándote contigo todo de mí. 

Déjame seguir oliendo tu perfume cada noche. Sigue salvándome de mis pesadillas. Bésame en cada semáforo en rojo. Dime que te gusta como sonrío. Haz lo que siempre has hecho. Compórtate como un loco de amor. Por mí. Destápame en mitad de la noche y cúbreme de besos. Despiértame y hazme rabiar. Se mi desayuno. Sigue enseñándome a vivir. Sigue siendo mi gato negro, mi salero abierto, mi escalera en mitad de la acera. Más allá de las supersticiones, dame suerte. Y si algún día te marchas, por muy lejos que sea, solo llévame contigo. 

Lisa Olsson