"Él no calla. Él silencia. Él no habla. Él entona. Él no escucha. Él te espera al final de cada frase. Por ejemplo aquí. Los verbos dejan de predicar cuando él los usa. Y una vez usados, ya no vuelven a ser acción, sino homenaje. Es estado de ánimo. Intentar describirlo no es narración, sino terapia. Él jamás cambió de opinión. Fue el universo el que estaba a por uvas. Él no mira. Él toca con esos ojos. Y si decide tocarte, ya puedes intentar mantenerte atea. Que si él está, las cosas son. Y si no está, solo hacen de punto. Y seguido. Entre. Tantos. Espacios. Él no te sonríe. Él te dedica su boca. Él no te abraza. Él te arroja a sus brazos. Y tampoco te besa. En todo caso te arropa en sus labios. A él no le expliques lo que es volver, porque él siempre va. No le hace falta que lo entiendas. Ni que lo comprendas. Ni tan siquiera que lo compartas. Él no espera nada de ti. No desesperes nada de él. Porque él jamás se apunta. En todo ca...