He descubierto que hay gente que tiene algo y no sabes qué es. Y tampoco te apetece averiguarlo, solo quieres seguir mirando. Emborráchate, necesito saber la verdad sobre si tú me miras también así. Qué pena que esa sea la única manera en la que seas tú realmente -el café nos mantiene alerta hasta que llega la hora socialmente aceptada de beber ginebra-. Pero ya sabes que a mí no me gusta el café... Qué tortura. Lo que sí me gusta son las ganas de ti, contigo hasta de huir. Tranquilidad. Me recuerdas que solo hay un par de camas de distancia y que huir es de cobardes, pero correrse no tanto. Y tú sonríes incluso sabiendo que tengo mil maneras de cerrarte la boca. Todas bonitas, por supuesto. Me explicas que "hogar" no es siempre el sitio al que vuelves, también es el sitio del que no te quieres ir nunca. Y bastante he oído. Que para escribirte, describirte y prescribirte ya no me hace falta la palabra amor porque no te contiene. Ni tampoco te detiene. Sabes que después de ciertos infiernos, no cualquier demonio te quema. Así que tú has decidido que esta noche dejaremos de ser parte del mundo, para ser un mundo aparte. Y de repente te vas. Sin pedir permiso, ni perdón. Y recuerdo tu explicación "lo malo de despertar a mi lado es que tu día solo podrá ir a peor". Y qué razón tienes. He visto a gente despedirse de quien no quería y creo que no hay peor forma de romperse el corazón. Y ahora tengo los ojos llenos de ganas de verte.
Hoy puedo decir con una gran sonrisa en la boca que soy feliz y lo soy gracias a ti. Me he acostumbrado a tus sonrisas, tus besos, tus ojos mirándome, tu manos acariciando mi cuerpo, mis suspiros por desearte de esta manera, tu cara, tu cuerpo, mi corazón desenfrenado que se acelera cuando estás tan cerca... Siento como mi cuerpo se excita, siento la adrenalina: quiero gritar que te quiero, pero me guardo las palabras para susurrartelas al oído. El tiempo se va, veo las estaciones que pasan por mi ventana y tu y yo seguimos aquí. Igual que el Sol sale todas las mañanas, sin ninguna excepción, yo me despierto radiante porque sé que para ti soy tan o más importante que la estrella que nos enciende los días. Tú eres mi constelación de Orión, mi vía Láctea, mi Luna, mi cielo, mi infinito... Me has enseñado a vivir, a reírme cuando quiero llorar, a llorar cuando no paro de reír, a darle importancia a los pequeños detalles, que los mejores besos son los que no te esperas, que mi nombre...
Tendrias que sentirte orgullosa de tu forma de escribir, si aun no lo estas. Nos vemos :)
ResponderEliminarQue texto!! Me gusta y aunque el final no es lo que viene a ser alegre, es real, tuyo y lleno de sentimientos y no sabes cuanto se agradece leer textos así
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