Dime quién te ha visto como yo tan a oscuras, tan lleno, tan despacio. Ojalá pudiera sentir de nuevo la primera vez que me miraste, las caricias de tu voz, las mordidas de tus palabras. Y qué fraude este mundo si sólo yo conozco el punto exacto donde tus caderas parecen un abismo, donde te mueres de placer y de cosquillas. Fraude porque es una lástima que no vean las vistas que tienes, las ganas de hacer la guerra de noche y de deshacer el amor de día. Que a ti se te queda corto lo inesperado, que dejas mi zona de confort por los suelos y no siento miedo cuando eres tú de verdad. Que me enloquece cuando me miras como si pudieras ver lo que pienso y me mata cuando no sigues haciéndolo. A ti, que te conocí despacio y te quise deprisa, que dejaste agujeros negros cuando te fuiste en una habitación en la que ya no sale el sol si no estás tú. Que nunca eres suficiente, que no me canso. Cuando estás en mi cama y me tocas como si fuera a romperme, siento que puedo con la vida, que pase lo pase, nos pillará abrazados. Tú, que me ahogas en un susurro y me salvas con dos caricias y tres orgasmos... el sitio del que no me quiero ir, el sitio al que no sé cómo he llegado.
Algo en la forma que tienes de mirarme hace que me sienta como si no pudiese vivir sin ti. Desde un principio robaste mi corazón y soy tu víctima voluntaria. Te permití ver cada parte de mí, y cada vez que me tocas está escrito en las estrellas y en las cicatrices de nuestros corazones. Si me pierdo... va a ser a tu lado.
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