Cariño, toma mis casualidades y conviértelas en fatalidades, en aquellos infortunios que me hacen esclava de estas ganas, que ya queman, de estar contigo. Dame besos, píntame con tus labios, bórrame los míos. Tú mejor que nadie sabes que los planetas chocan y del caos nacen las estrellas, y nosotros hacemos el amor y parece que venimos de la guerra. Qué preciosa metáfora, cuando mi inspiración tiene demasiado fuego dentro (exactamente el mismo que me enciende a mí). Soy pirómana. No controlo esta maldita sinestesia de ver lugares que me saben a ti; y no sé decirte las veces que me pregunto si de verdad sabes lo guapo que te pones cuando te pones... Pero qué sabréis vosotros, si no le habéis visto los ojos cuando sonríe. De verdad, digo. Yo, que nunca supe ser conmigo, me siento más diosa que nunca (y con una sonrisa a juego que me sienta de miedo -o de valentía-). Que te miro tan de cerca que te emborronas y se define la suerte, como la de no tenerte y saber que estas aquí todos los días. Lo curioso es que ahora todo me sabe distinto: como si un mordisco en dirección a mi labio cambiase el rumbo de las cosas. Parece mentira que incluso a oscuras, puedas tener tanta luz, tú, mi querido "chico universo".
Algo en la forma que tienes de mirarme hace que me sienta como si no pudiese vivir sin ti. Desde un principio robaste mi corazón y soy tu víctima voluntaria. Te permití ver cada parte de mí, y cada vez que me tocas está escrito en las estrellas y en las cicatrices de nuestros corazones. Si me pierdo... va a ser a tu lado.
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