Te quiero. Sé que empiezo como se terminan las cartas pero no he podido guardarlo hasta al final, además yo nunca he sido demasiado ordenada. No puedo contener algo que me desborda de alegría ni frenar aquello que me acelera tanto. No puedo dejar para mañana todo lo que me pueda enamorar de ti hoy. Eras justo la piel que necesitaba, mi héroe en noches en la que ni yo pretendía encontrar el camino a casa. A veces te miro y encuentro explicaciones al pasado. Te quiero porque parece que llevas las soluciones a la vida en el bolsillo izquierdo y mereces la pena que tengo cuando no me llamas. Te juro que nadie impidió que al verte se me revolviera el corazón. Pensé que jamás tendría dos hogares, pensé que jamás volvería a apagar el cigarro de después del polvo por abrazar lo que más quiero. Y tienes un nombre que hasta me da hambre, y andas con la clásica rebeldía que supera las expectativas que contigo no tengo. Ya no tengo ganas de volver si no eres tú el destino, no deshago la cama en un baile si tu camisa no preside mi pasillo. Nunca seremos tarde si queremos ser ahora. Te he latido en mi propia cama, he acariciado tu pelo que se deshace en mi almohada cada vez que hacemos magia. Yo podría explicarte lo que es conocer a una persona y levantarte cada día con ganas de guerra mientras te juegas todo por ella porque sabes que lo puede merecer.
Eso sí, lo último no podría explicarlo sin ti.
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