Todo empezó con una coincidencia que me causaba curiosidad. Demasiada. Un par de palabras, una mirada, una sonrisa y aquel beso fugaz. Mejor que la magia. Me juego mi suerte a que ya la gasté toda el día que te conocí. Estabas roto. Te dije que te ayudaría porque confiaba (y confío) en ello y en hacerte creer aquello en lo que yo tampoco creía. Y todo por ese algo, ese algo que tienes. Ese algo que me gusta, me encanta y me enamora. Ojalá sigas teniendo un hueco en tus días para mí. Y ojalá sigas teniendo tiempo para regalarme, aunque solo sean segundos. Ojalá me sigas dando besos que produzcan escalofríos. Y sigas haciendo de un abrazo el mejor lugar para vivir porque me abrazas en los días de mierda y juraría que tienes morfina en la yema de los dedos cuando me secas las lágrimas. Ojalá no dejes de quererme. Ni de recordarme que lo haces. Tu sonrisa es una de esas extrañas que logras ver cuatro o cinco veces en la vida. Parece entenderme y creer en mí justo como q...