Ahora mismo lo único que me apetece hacer es coger todo mi dinero ahorrado, ir a una agencia de viajes, pedir los billetes de avión al lugar más lejano y extraño posible y cogerte de la mano para llevarte conmigo. Solos. Tú y yo. Lejos del mundanal ruido. Nuestra vida sería perfecta. Por la noche miraríamos el cielo y podríamos ver perfectamente las constelaciones; por el día despertaríamos con el sonido de las olas del mar o con los pájaros cantando. A veces, incluso, podrás oír el canto de las sirenas, pero muy muy lejano. Tan lejano que se juntaría con nuestra respiración, la mía tan débil, la tuya tan fuerte. Tan entrecortada cuando nos besáramos. Y ésta es la mejor parte: seríamos libres, sin horarios, sin prisas, sin atascos... Solo un infinito cielo azul sobre nuestras cabezas que en el horizonte se mezclaría con un cristalino mar lleno de reflejos del Sol. Un sol grande, enorme, que tiña todo el cielo de naranja al atardecer. Y mirarte en cualquier momento del día, tan sonrie...