Cariño, ni el mundo es tan grande ni el amor salva a tantas personas. A mí el mundo me cabía en la palma de la mano cada vez que te acaricié. Y el amor que sentiste me hizo inmortal todas las noches, pero al final me dejé morir de amor. Llenamos el vacío e hicimos corta la eternidad. Desdibujamos el horizonte y le dimos la vuelta a la primavera. Tú supiste cada palabra que me guardé, cada dulce mentira que no dije. Yo supe cuándo te guardabas un beso y me fijaba en cómo apretabas la mandíbula para no llorar. De felicidad, digo. Nos creímos todo, o al menos, sentíamos que formábamos parte de algo. El tiempo no supo aguantarnos y entonces se marchó dando un portazo que nos dolió más a nosotros que a la propia vida. Comprendimos que sin tiempo no era posible medir lo que faltaba para dejar de querernos; y de tanto pensarlo de repente pasó. La vida se me fue, y tú te fuiste con ella. Estaba segura de que volverías y te eché de menos más de lo normal; tanto que me dolía. Ahora, ya no me permito echarte de menos, no sin antes haberme preparado un café y haber escrito un poema en el que todas las estrofas te definen a ti. Entiendo que cuando vuelvas, si lo haces, ningún poema tendrá sentido, porque dicen que los poetas escriben sus mejores obras cuando más tristes están.
Hoy puedo decir con una gran sonrisa en la boca que soy feliz y lo soy gracias a ti. Me he acostumbrado a tus sonrisas, tus besos, tus ojos mirándome, tu manos acariciando mi cuerpo, mis suspiros por desearte de esta manera, tu cara, tu cuerpo, mi corazón desenfrenado que se acelera cuando estás tan cerca... Siento como mi cuerpo se excita, siento la adrenalina: quiero gritar que te quiero, pero me guardo las palabras para susurrartelas al oído. El tiempo se va, veo las estaciones que pasan por mi ventana y tu y yo seguimos aquí. Igual que el Sol sale todas las mañanas, sin ninguna excepción, yo me despierto radiante porque sé que para ti soy tan o más importante que la estrella que nos enciende los días. Tú eres mi constelación de Orión, mi vía Láctea, mi Luna, mi cielo, mi infinito... Me has enseñado a vivir, a reírme cuando quiero llorar, a llorar cuando no paro de reír, a darle importancia a los pequeños detalles, que los mejores besos son los que no te esperas, que mi nombre...
Precioso texto, en el que me siento 100% identificada. ¿Sabes? Me ha encantado cuando escribes "La vida se me fue, y tú te fuiste con ella. Estaba segura de que volverías y te eché de menos más de lo normal; tanto que me dolía". Cuando la gente se va, causando este dolor, y siendo conscientes de que lo hacen, no merecen la pena lo más mínimo.
ResponderEliminarUn beso enorme,
http://enesteladodelmar.blogspot.com.es/
¡Hola! ^^
ResponderEliminarLa verdad es que hacía un montón de tiempo que me apetecía regresar a este hermoso rinconcito. Estoy completamente de acuerdo con la frase final, creo que la tristeza es una de las mayores inspiraciones para los artistas. Preciosa entrada, ¡escribes de maravilla!
Un abrazo fuerte, ¡que seas muy feliz!
(misspoessia.blogspot.com)